Unicornio amigurumi por Cucapuntoes
Teo apareció una mañana de primavera en el río Tea, junto con sus 8 hermanitos. Todos tan pequeñitos que aún no podían abrir los ojitos. Estaban flotando en la superficie, tiritando y asustados, gemían pero parecía no haber nadie que los ayudase. El agua estaba fría y tenían hambre, los habían abandonado separándolos de su madre.
Acababa de llover y asomó tímidamente el arco iris.
Un guarda forestal que casualmente pasaba por allí los escuchó, parecía el llanto de un bebé y veía moverse algo dentro de un saco , así que se metió en el río sin dudarlo y los rescató.
Unicornio del Arco Iris
En ese momento el pequeño Teo sintió el aroma de las flores y el calor humano en brazos de aquel guarda, se quedó profundamente dormido sabiendo que ya estaba a salvo, así que olvidó cruzar al mundo de las estrellas con sus hermanitos.
El guarda buscó una casa donde llevarlo y encontró la nuestra. Teo era tan pequeñito, todo algodón, blanco y suave, cabía en mi mano. Preparé un biberón calentito y se lo comió entero. Lo arropé con una mantita y volvió a dormir.
A la mañana siguiente abrió los ojos, de un azul claro transparente y me miró profundamente un buen rato. Se acurrucó en mi regazo y durmió tranquilo.
Cada día todo era nuevo para él. Lo llevé a pasear al bosque, a la playa, al campo, a todas partes. Las flores, la brisa suave moviendo su pelaje, las nubes de algodón sobre el cielo azul, le gustaba lo que veía a su alrededor y parecía que también su nueva familia.
Teo era tan glotón, que no dejaba ni una gota en el biberón. Así que comenzó a crecer mucho y muy rápido.
También comenzó muy pronto a correr y a jugar. Ahora es casi tan grande como yo.
Le encanta rebozarse en la hierba fresca, oler las flores y perseguir las mariposas. También persigue los pájaros, aunque a ellos no les gusta mucho que los asuste, así que no es el primero que le da un picotazo.
Su pelaje es tan blanco que cuando juega con las flores destacan en él como un arco iris de pequeñas hojas de colores.
Muchas veces se tumba en el porche, es tan grande que allí tumbado parece una alfombra.
En la playa corre a lo largo de la orilla salpicando el agua a su trote. Le encanta nadar y verse reflejado cuando el agua está clara y tranquila como un enorme espejo.
Algunas noches, cuando empieza a oscurecer, lo veo contemplando fijamente las estrellas relucientes donde viven sus hermanitos, estoy segura que les cuenta lo feliz que es ahora. Probablemente también que los echa de menos, seguro que tanto como ellos a él.
A Teo le asusta el ruido de los petardos y los sonidos que recuerdan los disparos de los cazadores en el bosque. Se queda parado y tiembla, hasta que acariciamos su lomo y volvemos a casa.
Nunca se separa de mí, siempre me acompaña, a todas partes.
Esta es la historia real de mi Teo. Duerme siempre junto a mi cama, ahora es él el que cuida de mi, me protege y vigila mis sueños.
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